Hotel Pasabien, FOTO30



Fotografías de Alberto Rodríguez Collía. Exhibición del 4 al 28 de septiembre 2008.


Descripción y objetivos
Registro fotográfico de pequeños hoteles y cines ubicados en el Centro Histórico de la ciudad de Guatemala. Los primeros albergan a viajeros, del interior de la república o de los países centroamericanos, en sus migraciones a la metrópoli guatemalteca. Ambos comparten la característica que son utilizados como lugares para tener sexo.

Al hablar sobre su trabajo el artista expresa que la represión provoca marginación. En un lugar conservador y tan poco propicio para los cambios, los tabúes surgen progresivamente. El sexo es un viejo y gran tabú para toda sociedad que tenga como base la religión católica, el cual, también es un ejemplo perfecto de la doble moral. Al documentar espacios donde se tiene sexo se trata de revelar ese algo "oculto", para tratar de crear un diálogo saludable que exorcice cualquier tipo de represión y dar evidencia de lo nociva que es la marginación.

Sobre el artista y su obra
Rodríguez Collía es uno de los más importantes representantes de la nueva generación de creadores visuales en Guatemala. La sólida formación en dibujo, grabado, fotografía y gráfica digital, le permite navegar conceptual y temáticamente por cualquiera de estas herramientas, mismas que se vuelven meros pretextos para expresar sus ideas y cuestionamientos.

Su trayectoria expositiva es reciente y probablemente escasa, pero la calidad de su propuesta lo ha hecho compartir escenarios con los principales creadores de las artes visuales guatemaltecas del siglo XXI. Ha participado en actividades organizadas por el Centro Cultural de España, bajo la curaduría de Rosina Cazali; En el X Festival del Centro Histórico dentro de la exhibición auspiciada por Víctor Martínez y galería Sol del Río; XVI Bienal de Arte Paíz y la exhibición “Lecturas Horizontales” en el Centro Cultural Metropolitano, organizada por Lucrecia de Prera.

También ha comenzado a labrar un camino como maestro formador de nuevos artistas, por medio de talleres impartidos en diferentes espacios como la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) y principalmente en el Taller Experimental de Gráfica (TEG) ubicado en el Centro Cultural Metropolitano. Taller del cual es co-fundador junto a los miembros del colectivo la Torana (Marlov Barrios, Erick Menchú, Plinio Villagrán, Norman Morales) y el joven valor Mario Santizo.


Síntesis curricular
Alberto Rodríguez Collía (Guatemala, 1985)
A finales de 1999 recibe cursos de dibujo con Ricardo Urquizú, los cuales fueron determinantes para solidificar su vocación de dibujante. Realiza estudios en la Universidad de San Carlos de Guatemala, en Licenciatura en Arte, los cuales abandona poco tiempo después. En España estudia en la Escuela de Arte No. 10 de Madrid, de donde se gradúa de Técnico Superior en Grabado y Estampación en 2007. En ese país trabaja en Franja Fotográfica S.L. con los artistas Luis Gordillo, Ester Villalobos, Eva Lootz, Anhelo Hernández y para la Calcografía Nacional del Real Museo de Bellas Artes de San Fernando. Co-fundador del Taller Experimental de Gráfica, en el 2007, junto a Marlov Barrios, Plinio Villagrán, Erick Menchú, Norman Morales y Mario Santizo. Exhibiciones en el Centro Cultural de España, la XVI Bienal de Arte Paiz, Museo de la Ciudad y Casa de la Moneda de Madrid, en el Museo de Arte Latinoamericano de Long Beach, California y en la Casa de las América, La Habana, Cuba.


Texto Crítico de Rosina Cazali sobre la colección

HOTEL PASABIEN Vivimos una época donde –se supone- la alteración de los modelos tradicionales ya puede considerarse como un ejercicio elemental. En el marco de la modernidad, la informática lo ha solucionado todo, los medios masivos también. Lo pornográfico es, en esa vertiente de la obsesión por mostrarlo todo, un territorio desfasado e incluso insulso, y la mirada del pecado subsiste únicamente como dato arqueológico. El empeño por revelar todo es aún más pornográfico que la pornografía. La pornografía es el medio y no el fin en sí mismo. Con el avance de la civilización y la muerte de la inocencia, sin embargo, aún perdura el aura de lo prohibido y la vigencia de reconocer los límites entre lo permitido y lo prohibido. Según Bataille, esto responde a que en la esfera humana, la actividad erótica se separa de la simplicidad animal. Además, es una producción de la humanidad, que implica una serie de actividades organizadas en relación a los tiempos. Principalmente en la prédica de la moral y de sus formas fundamentalistas. Parafraseando a Rosa Olivares, si se ha razonado tanto sobre el erotismo y sus espacios de construcción, ¿cuál puede ser la razón por la cual, en pleno siglo 21, en medio de una sociedad que ha visto guerras y matanzas de todo tipo, que tiene regularizado en sus horarios la pornografía como si fuera el té de las cuatro, que sabe que la injusticia es uno de sus propios pilares, se siga censurando, prohibiendo, secuestrando y destruyendo algo tan aparentemente poco peligroso como la obra de un artista que toca el erotismo, el sexo? Es difícil responder a algo que nos parece ajeno y lejano. Principalmente porque vivimos aquí, en una sociedad donde aún cobra sentido el verse provocados moralmente por imágenes que se han quedado congeladas en el mercado del sexo libre y las malas conciencias. Aún nos es difícil accesar a ciertos territorios estigmatizados como pecaminosos. Guatemala no tiene a Almodóvar ni a Bukowski. Sí un Enrique Noriega que sedujo la poesía con los centauros copulantes. Pero ni Almodóvar, ni Bukowski o Noriega han sido capaces de insertar en la cotidianidad de los guatemaltecos algún tipo de franca fascinación por los espacios eróticos, despojada de cualquier tabú. Todo ello tiene su principio en el no reconocimiento de la cultura del cuerpo. Los guatemaltecos difícilmente reconocemos plenamente el derecho al placer corporal. Este proyecto de Alberto Rodríguez toma en cuenta todo este enredo de reconocimiento de límites y preconcepciones. Su discusión se basa en la documentación de sitios en donde la gente tiene sexo. Son hoteles de tercera o quinta categoría, doblemente marginados por los escasos recursos y la estigmatización natural que le aplica la sociedad. Son moteles, prostíbulos y cines porno. La mayoría cumplen el estándar de abandono y descuido necesario para repeler a cualquier ser humano. Pero ahí conviven seres humanos, quienes han construido una estética de motel, de la 17 calle, de la 18, de la 4ta. Son de una decadencia espeluznante, con nombres glamorosos como París, Copán, Bienvenidos, Arcoiris o Pasabien. Por todo lo dicho, resulta difícil abordar este territorio porque el cuerpo está constantemente presente aunque raras veces resulta visible como tal. Esa ausencia es la que, al final de cuentas, incomoda. También porque es un proyecto que toma en cuenta sitios repelidos, estigmatizados como prohibidos a pesar de que siempre han estado ahí. Precisamente, más que una incitación o un aplauso a esa marginalidad, Hotel Pasabien es un proyecto que intenta descubrir el tejido de esas estructuras que definen la actividad erótica o su ausencia. Y cómo, de manera incomprensible, tendemos a separarlas de la vida.

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