Optimus, julio 2007



Grabados xilográficos y dibujos recientes del artista guatemalteco Marlov Ronel Barrios. Exhibición del 5 al 31 de julio de 2007.


Descripción y objetivos
Grabados xilográficos, dibujos y un escaparate son los elementos que componen el trabajo reciente de Marlov Barrios. La evolución se nota en sus obras, los acabados son más nítidos, las imágenes también. Los temores al dibujar son parte del pasado. Dibujos acentuados, realizados en tinta sobre papel, de trazo firme y seguro donde aflora la nueva figuración que ronda el pensamiento de Barrios. De igual forma los grabados, impresos sobre papel, denotan el aprendizaje y dominio de los medios alcanzado. No solo en la técnica, también la composición y el como logra transmitir sus pensamientos a través del lenguaje visual, es decir: tienen la facultad de comunicar ideas. Temáticamente esta exhibición se centra en la iconografía popular. Todas aquellas imágenes que utilizando los medios masivos de comunicación se insertan en el inconciente colectivo, se arraigan y transmutan la identidad de seres humanos, culturas, sociedades y en este caso especifico, al guatemalteco.

Enmascarados, aviones, vehículos, piernas, falos, espinas, manos de pandilleros, vaginas, armas de fuego, sangre (todos fusionados) son elementos de los que sirve para elaborar su discurso. Títulos como “Peligroso Pop” y “Levantamientos teledirigidos” sirven para complementar el contenido de sus obras.

En el caso especial de su obra gráfica, no existe el propósito de realizar tirajes extensos de una matriz en especial. La intención es utilizar la placa como un recurso más, una herramienta extra que por sus características naturales, está más cercana al lenguaje utilizado en el marco conceptual de la obra.

Sobre el autor y su obra
Hablando de artistas que nacen al mundo de las artes con el siglo XXI, es imposible no pensar en Marlov Barrios. Su vocación lo llevó a estudiar en la Facultad de Arquitectura del a Universidad de San Carlos de Guatemala. Mientras se formaba en esta materia, surgieron nuevas inquietudes, mismas que compartiría con otros compañeros que se encontraban insatisfechos en una carrera que no llenaba del todo sus expectativas. La autodisciplina adquirida en su formación académica dentro de la Facultad, sirvió más adelante cuando se decidió por el arte. Los logros alcanzados en las disciplinas de grabado, dibujo y pintura, han sido reconocidos en distintos certámenes del medio. Entre estos podemos listar La Bienal de Arte Paiz, El Primer Salón Nacional del Grabado, Juannio y Artesubasta.

La obra de Barrios devela a un creador en la búsqueda constante de nuevos derroteros. Su interés por lo formal lo convierte en un reciclador de técnicas, en una época de total rechace a lo académico, se vale de medios formales, revilatizados y renovados para desarrollar un discurso contemporáneo. La manera de situar elementos en el plano de la obra, remite a soluciones propias de la arquitectura.

Los motivos inmersos en la mayor parte de su trabajo, son expropiados de la imaginería religiosa y popular de Guatemala. Su obra es una constante reflexión sobre iconografías de los modelos de poder impuestos. Trata también sobre la globalización y su influencia en las relaciones humanas y socioculturales.

Síntesis curricular
Marlon Ronel Barrios (Guatemala, 1980)
Comienza a pintar óleos antes de sus veinte años. Autodidacta en pintura, dibujo y grabado ha participado ya en numerosas muestras colectivas: segunda y tercera edición del Joven Pintor de la Alianza Francesa de Guatemala; Un espacio hoy, con el grupo Comunicarte, 2002; Fundación Rozas Botrán, Juannio y Arte Subasta de Club Rotario Guatemala Sur. Ha realizado cinco exposiciones personales Retratos de la Memoria (Andamios galería-café, 2002), Alegorías de la Apariencia (Centro Cultural Metropolitano, 2002), Dibujo, Grabado y Pintura (MINUGUA, 2003), Recuerdos Futuros (Museo Bodegas del Siglo XIX, Cervecería C.A. 2003) y Juegos Distantes (Cantón Exposición Fundación G&T Continental Guatemala, 2005). Su obra fue seleccionada para participar en el Certamen del joven pintor de la Alianza Francesa en el Museo Nacional Arte Moderno en 2002. Ganó el Primer lugar y una Mención honorífica como mejor artista de la región central en el certamen Agua color de vida, organizado por Helvetas de Guatemala en 2003. Recientemente obtuvo el “Premio Oro” en la categoría abstracta del VI Festival de Arte Contemporáneo de la Fundación Rozas-Botrán, y el premio en Arte Subasta que constituye este catálogo, también recibió la “Mención al Grabador Menor de 30 Años” en el primer Salón del Grabado, 2005 y Glifo de Plata compartido con Plinio Vinicio Villagrán en la categoría de artistas invitados, de la XV Bienal de Arte Paiz.Marlov es miembro fundador del colectivo La Torana, integrado por, Eric Menchú, Norman Morales y Plinio Villagrán. Esta agrupación surge en la Facultad de Arquitectura de la USAC, con motivo de una exposición realizada en 2000. Realizan su primera exposición conjunta en el Museo de Arte Colonial de la Antigua Guatemala en septiembre de 2001. En 2002, exponen en el Instituto Italiano de Cultura; en 2003, en Plástica Contemporánea y en el Centro Cultural El Sitio en la Antigua Guatemala; en 2004, en El Attico; en 2005 y 2006, en el Museo de Arte Moderno, Carlos Mérida y en el Paseo de los Museos del Centro Cultural Casa Santo Domingo. También en el 2005 obtienen el primer lugar en el certamen “Arte sin fronteras”, organizado por FUNDEMI en California y Barrios, al igual que Menchú y Villagrán son galardonados en el Primer Salón de Grabado. En el 2006 represento a Guatemala en la V Bienal de Artes Visuales del Istmo Centroamericano realizada en El Museo de Arte de el Salvador (MARTE) y fue invitado a participar en la colectiva “el Jardín de las Delicias” convocada por la galería Woods. Su obra fue seleccionada por el jurado de la Joven Estampa en la Casa de las Américas, La Habana, Cuba.

Texto crítico de Juan Carlos Lemus

Optimus: Desenmascarar al héroe

Reinterpretación iconográfica en grabados y dibujos de Marlov Barrios

El título de esta exposición de Marlov Barrios (Guatemala, 1980) hace referencia al robot humanoide creado por los japoneses en los años setenta. Optimus Prime, al igual que los superhéroes estadounidenses, forma parte de una horda de criminales que ha venido interviniendo los valores del ser humano en todo el planeta desde hace ya demasiadas décadas. Tal ejército tiene como misión proteger al pobre del rico, al indio del mestizo, al débil del más fuerte. Hombres corpulentos, aunque en realidad sean de hojalata o luchadores osos gays, desafían al mal para proteger al desvalido. Es así como el poder ha logrado intervenir nuestro espacio íntimo. Hemos llegado a aceptar que ciertas imágenes nos representen y defiendan.
La propaganda de su engañosa filantropía va acompañada de mujeres modelos y de superpoderes anunciados en películas, muñecos, pósters y gimnasios. Son paradigmáticos el Capitán América y Superman, y, con los años, personajes de películas como Top Gun, los asesinos gringos en serie y hasta el repugnante dinosaurio Barney. Es por eso que las metáforas contenidas en estos grabados y dibujos de Barrios, además de resaltar la alienación, cuestionan la libertad del ser humano. Optimus es, por lo tanto, ya no sólo el fantoche metálico japonés sino el símbolo del crimen que se oculta tras una máscara; es el héroe, el poder de la imagen que destruye los valores. Más que un robot es un cuerpo que simboliza a todos los facinerosos del primer círculo en el cual entran genios en publicidad, maricones de la moda y padrotes de anoréxicas. Otros nos dictan cuál es el faro estético del horizonte, los estándares de belleza, moda, cultura y política.
Así como el Hombre modernizó sus formas de matar; si en un principio se valió de piedras y obsidianas, más tarde usó balas, después disparó desde los aviones y luego convirtió en balas a los aviones, de igual manera los sacerdotes del poder han sofisticado su proyecto de defensoría. Esta potestad ha sido internacionalizada tras la máscara del combate al crimen y ha declarado la guerra contra la fealdad. Sí, de un fogonazo, Optimus, a lo largo de la historia, ha eliminado a inconformes, invasores, revolucionarios y a los feos porque son feos. El costo: la humillación. Las modelos de pasarela lo saben bien: adoptar la belleza de moda les cuesta transformarse en perros flacos, en huesosas anoréxicas con residuos de carne pálida. Moldes perfectos paren ladrillos iguales. Parámetros de supuesta perfección, diseñados por otros, hacen a los hombres atorarse de esteroides. Las bandas criminales del mundo son imitadas por las bandas tatuadas que nacen en los barrios pobres de Latinoamérica. Si alguna vez nuestros países estuvieron confundidos y a la caza de una identidad, nunca lo han estado tanto como ahora, pues así como los medios propagan la genialidad, también dispersan masivamente la idiotez.
Esos íconos son los que Marlov Barrios descifra en Optimus. Su obra delata esa atroz búsqueda de calidad impuesta que deteriora al ser humano. Para dar su interpretación yuxtapone los símbolos del poder económico, eclesial y social. La composición resultante nos hace retornar en este momento a los derivados que titulan su exposición: grabados “Peligroso Pop”, “Levantamientos teledirigidos” y “Revelación de una fachada”, y sus dibujos a tinta “Naturaleza sin reposo”.
Justo es advertir que el resultado son grabados y dibujos que requieren un esfuerzo interpretativo por parte del espectador, pues no son gratuitos. Recordemos que son textos descriptores de lo que subyace tras una máscara del héroe, esto es, ambición y poder, y que la factura del artista no corresponde al panfleto social encolerizado y lleno de limitaciones técnicas. Antes bien, en sus obras -limpias, compuestas con asombroso equilibrio a lo largo de los cuatro puntos cardinales de cada hoja- todo, en un instante, grita. El frenesí detenido. Un motor en marcha, frena. El artista captura los íconos, los asocia, yuxtapone o aísla. Cada imagen hace despertar de su hipnosis al significado real que contiene.
El artista no muestra a un superhéroe como si fuera un delincuente que posa para el pintor. Barrios pertenece a esa nueva generación de creadores llamada a levantar edificios nuevos con los materiales de siempre. Las dimensiones sociales, geográficas, políticas y estéticas de su obra parten de elementos como la trompa y el casco de Optimus, aviones, manos de pandillero, falos, vulvas, arcos que recuerdan el montículo de la Culebra, una pistola, ladrillos, coronas de espinas y piernas.
Marlov Barrios ha elegido un camino difícil, pues tales imágenes han sido retratadas y pintadas innumerables veces por artistas del mundo entero. La diferencia es que éstos suelen mostrarlas lo mismo que a un paisaje o el interior de una covacha tapizada de almanaques. Exaltan la superficie de lo que se ve. La obra de Marlov, en cambio, no es la glorificación de lo que se ve, tampoco fue concebida para divertir ni para causar congoja: muestra efectos.
En “Peligroso Pop” y “Levantamientos teledirigidos” gotas (de sangre) y volutas de humo insinúan algunas formas del arte pop que solamente es pop, en este caso, en el sentido de su nombre, pues lo popular, disuelto en símbolos adosados y superpuestos, adquiere un estilo más bien cercano a lo abstracto pero sin llegar al mundo de los sueños. El artista ha empleado el término como una divisa más, e ironiza sobre el arte pop tal como ha sido comercializado. Recordemos cómo en la vida cotidiana participan de la cultura pop tanto el artista como el curador de arte, el chofer de camioneta y el brocha que lo acompaña: basta dar un vistazo al interior de los buses extraurbanos para descubrir esa singular lectura de la vida: banderas de Estados Unidos, imágenes de Cristo y la Guadalupana junto a caricaturas de mujeres con grandes tetas. Así funcionan también las galerías. Diferencias culturales que bien podrían ser complementarias, incluso, agradables, son herramientas de dominación que generan alienación y cuadros pintorescos.
Si el arte es revelador y su éxito radica en que da a conocer lo que el artista nos trae de las profundidades luego de haber buceado dentro de ellas, Marlov nos concede una paradoja: devela íconos para que no veamos esos íconos como tales, sino el subtexto que contienen. A estos corales de la profundidad se accede por la puerta de sus grabados y dibujos. El artista emerge del agua y nos muestra sus dos manos: Trae las algas que ahogaron al barco (ha grabado los resultados de la alienación, la succión del individuo por las fauces de la colectivización). Su “Revelación de una fachada” es buen ejemplo de esa estructura serial, en la cual la solidez de los muros y muebles, así como la monotonía compacta de líneas rectas logra –de nuevo, la paradoja- que veamos la ausencia de por lo menos un habitante en todo el cuadro. La fabricación en serie no es novedosa, pero va en aumento, de ahí la inconformidad renovada del artista que habita en un mundo actual carente de revoluciones e ideologías triunfantes. Latinoamérica se vuelve cada vez más una sierva del poder alienante, ese que anula al ser humano al punto que éste ya no se reconoce en sus hermanos: el hombre muere constantemente asediado por la publicidad, no tiene ocasión de parpadear, trabaja como bestia de carga y, no obstante su corazón rebosa de odio, prende veladoras al salvador de su propio mundo, al enmascarado, a ese Optimus omnipotente. De ahí la contradicción profunda: la víctima (el ser social) es a la vez el victimario (pandillero) que estrella sus aviones contra la cara de los íconos que tanto adora.
Optimus crea el terror /combustible que prende la mecha de los sociópatas/ después, combate ese terror (oculto tras una máscara). La víctima admira a su protector, de tal manera que intenta imitarlo (también se enmascara). El terrorista arquetipo, Optimus, sabe que la efectividad de su dominio radica en el fingimiento. El terrorista imitador cree que en realidad se ha convertido en el protagonista de Top Gun. Optimus es, entonces, la necedad, extendida tecnológicamente en los siglos XX y XXI, por exigir al ser humano que se olvide de sí mismo y que obedezca a estándares de calidad como si fuera un ladrillo; que atienda normas gerenciales y que asista a cursos de capacitación para permanecer dentro de su empleo. El héroe es el sociópata encantador, la serpiente y la flauta que suena, las tres cosas al mismo tiempo. Como pandillero, el enmascarado es, en el fondo, una lesbiana que admira a Sylvester Stallone. Quizá debido a esto Marlov Barrios no se toma en serio, a la hora de dibujarlas, las manos del criminal que se tuercen para dar forma a los cuernos del diablo, y las delinea regordetas, como vulnerables de ser desinfladas al menor puyón de su lápiz.
Tanto los símbolos eclesiales como los fálicos se reafirman en sus dibujos a tinta. “Naturaleza sin reposo” es un título antitético de la paz de un bodegón. Los elementos adquieren aquí un protagonismo más legible a primera vista, a diferencia de los grabados, debido a que, por lo menos en algunos de ellos, ya no hay esa yuxtaposición sino una congregación de imágenes.
Se lee con más blancura, por ejemplo, esa penetración hacia la vagina que, además de buscar la “separatidad” que explicaba Fromm, expresa la violencia contenida en el artefacto que se estrella contra las dos (en este caso) Piernas Gemelas. El avión cobra un significado todavía más perverso al remitir inmediatamente a la Cruz; cerca de allí, el pintor dispuso las espinas, los tres clavos y, de nuevo, los arcos del montículo de la Culebra, fundiendo así su alegato contra el choque de lo prehispánico y lo occidental.
Ya en “Peligroso Pop” veíamos un falo vigoroso cortado por la mitad en cuyo interior no hay sangre, como cabría suponer, sino tres vacíos en los que podrían ser metidas las balas que se dispararán dentro de la vulva. Sin embargo, la depravación de estas imágenes no es el centro de la hoguera: otra pieza más cara se quema en ella: Latinoamérica, con todo y su vocación ancilar. Y, sabido es, tanto ante las llamas de la confusión como en un río revuelto, la ganancia es de los pescadores que dictan cuáles serán los nuevos valores que deberá tragar cada individuo.

Guatemala, mayo de 2007

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