Por Guillermo Monsanto
Hernández, originaria de Ávila, fusiona por lo tanto tradiciones europeas que de una u otra forma se trasladaron a las tierras americanas en la Pinta, la Niña y la Santa María. Mitologías y leyendas arraigadas en el mismísimo imaginario de los marineros colombinos y los aventureros que paulatinamente fueron mezclándose con las poblaciones nativas. De allí y de a poco, cada leyenda fue tomando sus propias realidades en las distintas localidades conquistadas para transformarse en nuevos contextos apropiados y nacionalizados con una fuerza irreversible.
En lo formal las esculturas responden a su propia naturaleza resultado del diálogo entre el artista y el material a moldear. Tanto en la creación escultórica como en la aplicación del pigmento como en aspectos técnicos entre los que hay que listar el tiempo de horneado, el trabajo de Rosa Hernández, posee características que le otorgan un encanto especial que la señalan como autora específica y perceptiva. Su hispanidad aunada a la visión que sobre lo guatemalteco tiene, le han llevado por una senda creativa llena de aciertos y encuentros. Por ende, trabajar con la esencia de la cultura popular y culta, al mismo tiempo, facilitan una lectura más que especial debido a la filiación con el imaginario colectivo.
No hay mucho más que agregar. Las piezas hablan por sí solas.