CELEBRANDO SU LEGADO


EFRAÍN RECINOS… Una institución. 



Efraín Recinos se ha convertido, por derecho propio, en un ícono de la cultura nacional.  Su generosidad aunada a un talento y visión particular del hecho plástico, la obra producida a lo largo poco más de seis décadas, los logros y encuentros en distintas dimensiones, sumado a una desbordada imaginación, han conseguido calar en el imaginario colectivo.  Hoy Efraín Recinos es uno de los estandartes vivos de la cultura artística nacional y es por ello que Ana Lucía Gómez Arte Latinoamericano y El Attico –galería de Arte y Centro de Documentación- decidieron hacerle este merecido homenaje.

La alianza convenida por los directivos de las dos instituciones tiene el objetivo de asentar, para el presente y la posteridad, políticas consensuadas de ética y orden.  El contacto que ambas galerías mantienen con distintos tipos de públicos a través de los servicios que brindan y el ejercicio consecuente de la profesión, han puesto de manifiesto que es necesario marcar diferencias.  Es por ello que se está poniendo en letras negras el interés de señalar el desorden que hay en el escenario de las artes visuales del país.  Las asesorías que ofrecen ambas instituciones y las evaluaciones de distintos tipos de productos artísticos, ajenos a su entorno, han hecho más visible que no todo el que se dice experto lo es.  Por lo tanto también hay que decir, con desánimo, que no todo lo que brilla es oro.    

La conciencia de que el objeto artístico representa una inversión.  La certeza que hay que proporcionar los medios para su entendimiento, conservación y difusión, redunda en esta primera actividad visible.  Aclarando esto último… lo que se quiere decir es que la estructura de la alianza se ha consensuando a partir de criterios formales en que los registros de las piezas que se exhiben, en ambas salas, quedan fuera de toda duda.  De allí que la actividad propuesta para este ejercicio profesional sea un homenaje para Efraín Recinos.  Este hombre es un artista que posee una carrera límpida y ajena a cualquier entredicho.

El artista:   

Efraín Recinos nació en Quetzaltenango el 15 de mayo de 1928.  Un momento en que la política del país no era propicia para el desarrollo artístico.  Contradictoriamente para aquellas fechas se contaba con varios y bien formados creadores tanto en lo visual como en lo musical.  Al panorama hay que agregar que el país no se había recuperado económicamente del colapso económico heredado de la dictadura de Manuel Estrada Cabrera.  Aquella gestión de 22 años se precipitaría por el terremoto de diciembre de 1917 y su devastadora réplica en enero del año siguiente, la peste de gripe española y el brote de fiebre tifoidea.  Manuel Estrada sería extrañado del poder finalmente, en el medio de una revolución popular, en 1920.
 
La década de los veinte fue por demás un período anodino en cuanto a lo cultural.  El ciclo se inauguró con la instauración del primer lapso considerado democrático y su casi inmediato derrocamiento.  El gobierno de José María Orellana, sucesor de Carlos Herrera, fue corto ya que éste falleció repentinamente.  Lázaro Chacón, quien tomó su lugar, vio interrumpida su gestión por una imprevista y letal enfermedad.  Tres presidentes más ocuparían el cargo de manera interina: Baudilio Palma, Manuel Orellana y José María Reyna Andrade sucesivamente.  Este último fue quién finalmente, luego de convocar a elecciones, le entregaría el cargo Jorge Ubico Castañeda en 1931.  Aunque hubo algunas iniciativas ninguno de los citados propuso, hasta antes de Ubico, ningún tipo de programa cultural que tocara lo educativo y mucho menos lo artístico.    

En el ínterin, por alguna razón entre las que se puede contar el revuelto panorama externo, se tomó la decisión de formar al infante en el seno del hogar.  El entorno familiar “utilizaba su creatividad para dotar de magia hasta los instrumentos más comunes de uso diario” y con ello se fomentó no solo la imaginación del niño sino que se le permitió desarrollar todo un potencial creativo y social muy particular.  Eso sí, alejado hasta los once años, de los salones escolares.  En otras palabras, tuvo una educación personalizada comandada por su padre en la que se le fomentó el interés por la investigación.  En apariencia tampoco se le impusieron límites respecto a sus prioridades expresivas.  Por imitación, quizás, llegó a la pintura y a poder apreciar la buena música. 

De su imaginación infantil dan noticia sus primeros trabajos de los que hay numerosos ejemplos en distintas colecciones particulares y algunos otros que aparecen ilustrando “El juego de hacer dibujos” escrito por el artista visual José Toledo.  Baste con anotar que de aquel universo difuso por el tiempo, pero fantástico y colorido, sobreviven de otra manera las vistas panorámicas cuyas nuevas protagonistas son veleidades todas poderosas, de redondeadas formas, que generalmente parecieran representar a Guatemala.  También hay que rescatar de ese pasado su obsesión por la justicia y el balance armónico de las partes.

Efraín Recinos debe ser considerado en esencia un autodidacta.  Sin embargo hay que tomar en cuenta que de su paso por la Universidad de San Carlos de Guatemala –también es ingeniero civil- y la Escuela Nacional de Artes Plásticas, algo habrá interiorizado que benefició su evolución artística.  Ello porque el contacto con la formación de la carrera universitaria y luego la relación dinámica con otros autores, provocó sin duda cambios en su madurez y el modo de observar el mundo.  Si bien es cierto que no hay nadie ni nada con lo que se le pueda comparar, hay coincidencias en tiempo y espacio con otros grandes creadores nacionales.

Habrá que subrayar que el imaginario espiritual de los artistas de la generación a la que  pertenece nutrió su razón de vida de los ideales revolucionarios.  Tanto los comprometidos políticamente como los que no, saborearon la esperanza de un ejercicio demócrata que se diferenciaba notablemente de los gobiernos totalitarios que la habían precedido.  A Recinos la Revolución del año cuarenta y cuatro lo encontró con 16 años y su final con diez más.  Es en este ínterin que accede a otro tipo de formación y que, por decirlo de alguna manera, empieza sus relaciones sociales.  Probablemente es también durante esa década que termina de afirmar su visión solidaria y otra serie de pasiones altruistas que ha alimentado hasta el presente. 

Según la Revista de la Escuela Nacional de Artes Plásticas tuvo un acercamiento con la institución a finales de la década del cuarenta.  Eso significa que se relacionó con artistas como Guillermo Grajeda Mena, Dagoberto Vásquez o Arturo Martínez quienes eran docentes de aquella academia y seguramente con artistas jóvenes como Miguel Alzamora, Guillermo Rohers o Juan de Dios González.  Era claro que el intercambio de ideas fue otro nutriente que se sumaba a su caudal. 

En 1954 cae el último gobierno de la Revolución.  Una serie de acciones encaminadas a rescatar un área en las afueras de la ciudad facilitó que en el gobierno de Castillo Armas se construyera un edificio de corte modernista que iniciaría la trasformación de lo que hoy se conoce como el Centro Cívico.  Esto inmortalizaría el nombre de los arquitectos e ingenieros que hicieron posibles los edificios principales del conjunto: Municipalidad, IGSS, Banco de Guatemala, Crédito Hipotecario y finalmente, el Gran Centro Cultural Miguel Ángel Asturias.  Con ellos quedaron también para la historia los de Carlos Mérida, Dagoberto Vásquez Castañeda, Roberto González Goyri y Efraín Recinos.  La ironía es que todos los involucrados eran en esencia de sentimiento revolucionario.  Recinos, además, rescataría y diseñaría el Gran Centro Cultural lo que le daría el pasé a la inmortalidad.

De los listados en el párrafo anterior era el más joven.  También hay que entender que ya en aquel momento era un creador con una visión muy diferente respecto a la composición formal del conjunto expresivo.  Como ejemplo se cita que en 1961 realizó lo que en algunos documentos aparece como “los murales del Parque de la Industria”.  El solar que ocupa el parque fue alimentado por uno de los afluentes prehispánicos del acueducto proveniente de Pinula.  Las integraciones de Recinos incluyen el obelisco de la entrada, la gran fuente que ocupa la locación de la poza original, las esculturas que la rodean y “Monumento a la Industria”.  Hasta aquellas fechas no se había realizado nada similar en Guatemala.

Aquella primera etapa está marcada por muchas y significativas obras cuya culminación fue el Centro Cultural ya citado pero que incluye mucho más que el edificio –que en sí mismo es uno de los grandes logros de la arquitectura nacional-.  Las composiciones en los jardines exteriores poseen un sentido de la integración absoluto y funcionan tanto independientemente y al mismo tiempo, como parte de un todo.  En este conjunto comenzó a trabajar en 1962 -en el Teatro al Aire Libre- y terminaría en 1978 -con la entrega del edificio principal-.  En el ínterin realizaría los murales exteriores del Crédito Hipotecario Nacional (1963), el de ingreso a la Biblioteca Nacional (1967) y los murales exteriores e interiores del Aeropuerto la Aurora.  Recinos había conseguido vencer la desidia gubernamental y establecer sus ideas materializadas con una prolijidad extraordinaria.  En otras palabras, con voluntad y recursos alternativos, logró sobreponerse a la eterna falta de presupuestos para trascender en la historia.

Luego de caído el régimen revolucionario hubo altibajos en la promoción artística.  La Escuela Nacional de Artes Plásticas y su sala de exposiciones “Enrique Acuña Orantes” fueron una fuente de promoción a la que muchos artistas pudieron acceder.  Otra fuente de fomento también la proporcionó la Dirección General de Artes que hoy opera con otro nombre.  Galería Ríos, que sigue activa con varias sucursales hasta el presente, abrió sus puertas en 1945 y exhibió durante años trabajos relacionados con el paisaje principalmente.  La primera galería particular que exhibió otro tipo de expresiones fue fundada a penas en 1963 por Daniel Schafer y Luis Díaz.  Más adelante, en 1965, empezó Juannio y una década después la Subasta Rotaria y con ellas espacios como el Patronato de Bellas Artes, Aldeas Infantiles S.O.S., entre otros eventos de carácter benéfico que siempre Efraín Recinos ha apoyado sin restricciones.    

Paralelamente a estos cambios Recinos y muchos otros artistas también desarrollaron obra de taller.  Este tipo de producción está dispersa y es difícil de localizar pero es interesante asentar que fue con este tipo de pinturas y esculturas que artistas más actualizados consiguieron entrar a distintas colecciones muy bien fundamentadas que hoy sustentan una historia del arte por documentar.  Entre esas colecciones destaca la pinacoteca de John Gody y por supuesto, los importantes paneles de Efraín Recinos que además de poseer dimensiones respetables aportan mucho a la iconografía del momento.  Su obra íntima, entonces, era consecuente con la pública.

Es a partir de este momento que ambas galerías han conseguido trabajos de distintos géneros para compartir con sus visitantes.  Entre ellos bocetos y obra conclusa.  La idea es lograr un acercamiento con su producción y al mismo tiempo, crear estatutos que vayan más allá del acto meramente comercial.  Efraín Recinos realmente ha desbordado su imaginación a partir de un referente ideal: Guatemala y sus contrastes.  Desde esta perspectiva ha podido expresar su pensamiento más crítico sin dejar de lado cierto sentido del humor y un ideal específico femenino. 

Si bien algunas de las planchas de durpanel de los años sesenta representaban una enmarañada jungla abstracta dominada por amarillos y colores muy obscuros cercanos al negro, con el tiempo fue incluyendo figuras y así apropiándose de iconografías como la marimba, la Plazuela España, las montañas y otros aspectos topográficos del país.  Con ellos también hizo eco a la problemática política que también supo reflejar con certeza, humor y buen tino.  Su obra, sin embargo, se volvió peligrosa en algunos círculos.  Por ejemplo hubo amenazas de destruir su mural de la Biblioteca Nacional y el que iba a reproducir en la Corte Suprema de Justicia se detuvo sin mayores excusas y las formaletas de las fundiciones se hicieron perdidizas, si no es que fueron destruidas.  

Las artes visuales no la tuvieron nada fácil en la década del setenta y menos en la de los ochenta.  Las circunstancias políticas y la poca formación de los coleccionistas no hacían circular con facilidad la obra.  Las mejores fuentes de promoción de la obra continuaron siendo Juannio, la Subasta Rotaria y por supuesto una serie de emprendedores que como Gody, premiaban a los artistas adquiriendo sus trabajos para colocarlos en lugares dignos. 

Hay que reconocer que siempre hubo recursos… o soluciones extremas.  Por ejemplo, en una ocasión se evaluó en El Attico una obra fragmentada.  En apariencia aquel trabajo fue originalmente un tabique que durante los años sesenta dividía una estancia en dos.  Con la remodelación de la casa el panel fue reutilizado y sirvió como material para hacer un closet.  Ana Lucía Gómez también ha visto en su atelier alguna de estas barbaridades que le ha tocado rescatar.  Aún así la obra que no se ha destruido totalmente está en procesos de restauración y rescate.

Los noventa pusieron en perspectiva el cómo se evaluaba el objeto artístico y abrió sin duda, las posibilidades a un mercado más estable del arte.  Hubo un momento en que estaban funcionando más de cuarenta galerías simultáneamente.  Es obvio, los maestros estaban recogiendo su cosecha sin dejar de proponer. 

Efraín Recinos atraviesa el cambio de siglo sumido en una creatividad extrema.  Además encontró otras dos plataformas para seguir dictando su discurso creativo.  La primera el Hotel Museo Casa Santo Domingo y más específicamente Santo Domingo del Cerro en dónde se ha desbocado en una creación fresca y muy personal.  Allí, los directivos de la institución, le están dedicando un museo.  La segunda es la Fundación Monteforte Toledo y los innumerables trabajos que ha realizado para ella.  Entre ellos un mural externo para la fachada de su presidente.  De la mano de José Toledo ha dejado nuevos registros que le revelan como un artista abierto a las nuevas tecnologías.  En este orden también es básico el trabajo realizado en Franja Fotográfica de Madrid y el rescate que Juan Carlos Melero hizo a su obra.  En este caso se habla de los bocetos censurados del Corte Suprema de Justicia que adquirieron una nueva vida.  Todos los listados están relacionados estratégicamente, de una u otra forma, con las galerías anfitrionas.

Solo queda cerrar este capítulo expresando la satisfacción de haber sacado adelante este trabajo y poder exponer la obra de uno de los grandes artistas de Guatemala.  Aquel niño que creaba en la soledad de su casa se convirtió en un superhombre que es considerado patriarca entre los artistas y prolegómeno de las artes a través de su trabajo.  Sigue siendo el infante prodigioso que ya adulto conservó su generosidad –la gente no tiene idea lo que este señor ha donado a las instituciones guatemaltecas- y su lealtad para con las artes y su país.  Se ve que tenemos genio para rato.

Guillermo Monsanto
20 de julio de 2011. 

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