"BILOCACIÓN"

PAISAJES SAGRADOS

Los paisajes nebulosos de Mónica Serra son de engañosa sencillez. Detrás de superficies apenas marcadas por trazos sobrios, el espectador percibe -literalmente a primera vista- la dramática ausencia y la búsqueda simultáneas de algo indefinible. Así, queda intrigado por revelaciones fugaces que hay que asir al vuelo o correr el riesgo de desorientarse. Figurativa y no figurativa, esta colección escapa a definiciones rotundas. Se aprecia una compleja ambigüedad que obliga a interpretar cuidadosamente color, textura, línea, ya que detrás pareciera existir algo más, pero indeterminado. Casi inefable.


"Sumergida en la calma"
acrílico sobre tela
140 x 110 centímetros
Su obra va más allá de un mero virtuosismo o goce estético. Si penetramos -y no solo vemos- sondeamos en abismos germinales o ascendemos a la luz en un trayecto sinuoso e intenso. En ese sentido su pintura tiene algo de religioso -no confesional-; es decir, de re-ligar lo que el hombre ha escindido, entre su ser y la naturaleza, su ser y la divinidad. En sus lienzos, el sentido de profundidad de la perspectiva -que se pierde en un horizonte inalcanzable o en destellos lejanos de luz-, resulta análogo al de una honda exploración en dimensiones espirituales misteriosas -quizás perdidas o desconocidas-, pero latentes y presentidas.

Los espacios abiertos y desiertos, carentes de la figura humana, inducen a la contemplación. Es una naturaleza a ratos lunar o extraña, quizás entrevista en sueños, deseos o pesadillas. Es otro mundo, acaso perdido, añorado o simplemente deseado. O de ciencia ficción. Definitivamente existe una tensión al infinito, que podría interpretarse como cercana a una experiencia mística. La insinuación figurativa –lograda por el trazo esencial y la depuración de detalles- enfrentan al espectador con superficies casi desnudas que apuntan hacia la pequeñez humana frente al cosmos. Esa vasta desolación paisajística -que también es interior-, constituye el escenario ideal para incitar el surgimiento de inquietantes preguntas existenciales que desde siempre el hombre se hace.

Dentro de la estructura fluida de sus pinturas -que recuerda la textura acuática de los sueños-, aparecen formas imprecisas, pero siempre dentro de una muy bien cuidada espontaneidad. A la par de paisajes sugeridos –algunos muy minimalistas- que se desdibujan en gaseosas atmósferas, se observa un hipnotizador estatismo que aprisiona la tensión en suspenso, casi al punto de estallar. La lejanía figurativa a la realidad referencial confiere importancia a otro elemento estructural en su pintura: el color, clave interpretativa imprescindible del significado simbólico de su obra, explotado en toda su sugestiva expresividad. Esto puede apreciarse en el monocromatismo en degradaciones de espectros predominantemente de tonos fríos de impecable factura, o muy rara vez de rojos intensos.

Reinterpretadas ingeniosamente por la pintora guatemalteca, algunos de sus acrílicos revelan influencias lejanas y contemporáneas -unidas en este caso por una espiritualidad a la búsqueda de lo sublime. A William Turner, paisajista inglés, lo encontramos en la luz difuminada que crea sugerentes figuras de contornos imprecisos y en un cierto dramatismo en la fragmentación de los volúmenes. Los amplios espacios solitarios abiertos al infinito - como ventanas también abiertas a uno mismo- revelan al pintor romántico Caspar David Friedrich, donde, a través de la contemplación, la realidad objetiva se transforma en puente hacia el infinito. Pero también aparece una huella reciente, la de Mark Rothko, evidente en la severa composición estructural subyacente, la limpieza de la factura, y sobre todo, por el sentido simbólico del color. 
"Ciénega rebalsada de olvidos"
Acrílico sobre tela
137 x 221 centímetros

Mónica Serra vuelve complejo lo sencillo y sencillo lo complejo. En este juego aparentemente contradictorio reside la originalidad de su denso discurso pictórico. Detrás de un equilibrio y frialdad aparentes se esconde la extenuante búsqueda de sentido del ser humano. Su impulso apunta hacia las dimensiones de lo sublime, es decir el infinito, lo eterno, sin saber si se encontrará el Todo o la Nada. Por eso su obra remueve las dimensiones más hondas del espectador: las oníricas e irracionales, reino eterno del mito, como bien sabían los surrealistas.

Nunca es obvia Mónica, siempre sutil y elegante en su plástica. Hay un cierto hermetismo poético, que requiere al observador sumergirse a bucear en los enigmáticos abismos de su obra. Elude las respuestas y lanza preguntas inquietantes, abiertas al infinito, como sus pinturas. La epifanía es promesa pero no certeza.


Lucrecia Méndez de Penedo

Guatemala, mayo, 2011

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