Fernando Valdiviezo, Hablando en Plata



LOS INQUIETANTES DIBUJOS DE FERNANDO VALDIVIEZO

Por Juan B. Juárez
Para hablar de los dibujos que componen la serie “Hablando en plata” de Fernando Valdiviezo se hace necesario olvidar los lugares comunes con los que se acostumbra a describir irreflexivamente las obras de arte y utilizar las palabras en su sentido original y pleno, precisamente porque lo que en ellos se expresa es algo tan singular y poco convencional que no cabe en las clasificaciones escolares de la historia del arte y la estética tradicionales.

En efecto, los dibujos de la serie “Hablando en plata” de Fernando Valdiviezo acogen el espacio sensible y vital de lo inconsciente, y en ellos convergen, trastocados por una imaginación libre de ataduras lógicas, fragmentos de la realidad concreta, de la memoria personal y colectiva y de deseos y ansiedades aún sin formulación, fundidos por los trazos implacables del artista en imágenes ambiguas y complejas de oscuro y poderoso simbolismo, tras las cuales palpita una persistente inquietud. Es propiamente esa unidad de sentimiento, sumada a la unidad de estilo, lo que sostiene a esas imágenes en su elevada intensidad y las articula como un discurso consecuente con nuestra época, de tal manera que los méritos técnicos del artista (que usualmente es lo que se elogia en una obra) pasan a ser el soporte invisible de la lograda expresión de esa inquietud profunda —logro artístico mucho más significativo— que ya no es producto de la imaginación sino propiamente un estado espiritual sutil y elusivo.

Y es que el desasosiego que producen y transmiten las “visiones” inquietantes que articulan los trazos minuciosos del artista tiene que ver, más que con la falta de lógica (que, por otro lado, pudiera atribuirse a los caprichos de lo onírico o a los desvaríos de una imaginación suelta a sus impulsos), con la experiencia mucho más lúcida, comprometida y abarcante de lo absurdo. De allí que, ante esas imágenes, más que la admiración por las habilidades técnicas e imaginativas del artista, se produzca en el espectador cierta incomodidad esquiva que lo coloca en la situación existencial de replantearse las preguntas eternas sobre el sentido de la vida, específicamente de su propia vida.


Es tan perfecta la fusión de lo técnico, lo formal y lo semántico —e incluso lo material— a la hora de definir el “contenido” y la intención expresiva de estas obras inquietantes, que el simple análisis formal nos pondría en riesgo de distorsionar su sentido. Y es que en manos de Valdiviezo el dibujo ha dejado de ser el género subordinado en que, por ejemplo, se apoyaba su pintura, para convertirse, en esta serie, en un lenguaje autónomo y autosuficiente de inagotables posibilidades simbólicas y de articulación conceptual y emotiva que va más allá de la descripción de la forma de objetos reales o imaginarios; y precisamente por ser lenguaje articulado, sus imágenes exigen una lectura fluida y una interpretación de conjunto y no el deletreo titubeante o la arrobada contemplación estética de sus elementos formales aislados.

Una buena forma de iniciar esa lectura concentrada y fluida es partir de los efectos que producen esas imágenes inquietantes. Sin duda la incomodidad esquiva que siente el espectador está ya anunciada en los títulos entre filosóficos y poéticos de cada obra pero tiene su verdadera su fuente en los billetes reales que se incluyen en la estructura formal y significativa de cada cuadro y en torno a los cuales se organizan las escenas que se representan en las obras. La ambigüedad que introducen estos elementos reside, más que en el hecho de ser material y simbólicamente ajenos al espíritu imaginativo del dibujo, en que, fuera de contexto, son signos fallidos de la riqueza, el trabajo y el intercambio y ya no despiertan ningún apetito más que la curiosidad frívola ante lo extraño. Pero el significado de los billetes no se limita a lo económico: en el sistema monetario de cada país, los billetes se insertan plenamente en el tejido cultural de la sociedad incorporando en su imagen valores de diferente índole, encarnados por personajes célebres y ejemplares que representan el orgullo y las aspiraciones nacionales. Es para estas celebridades locales que adhieren valor humano al medio circulante que Valdiviezo crea escenarios y tramas imaginarios, los cuales, precisamente por su irreverente y descarnada arbitrariedad, relativizan y diluyen hasta el absurdo los méritos y el significado de la vida de esos personajes solemnes e inmortales que, en los dibujos del artista, agotan su mirada insomne en la insoportable eternidad del sinsentido.

La sola falta de contexto basta para cancelar el sentido de una frase o de un gesto, lo que puede ser triste o lamentable; pero la sustitución del contexto real que rodea a la vida de una persona por otro imaginario —que es, además, absurdo— crea un equívoco insuperable, lo que puede ser, más que irrisorio, patético y trágico. Y eso es precisamente lo que sucede con las celebridades locales inmortalizadas en los billetes extranjeros, colocados ahora en los escenarios dislocados de Valdiviezo: atados a su incongruente solemnidad, se mueven como sonámbulos en un sueño al que no pertenecen y en el que esencialmente no pueden encajar.

La sustitución de los escenarios que se opera en los dibujos de Valdiviezo no obedece a un juego de posibilidades matemáticas (aunque tales posibilidades existan). La grieta de sentido que se abre en sus inquietantes imágenes no es imaginaria ni constituye un modelo lógico: es propiamente un presentimiento vívido y angustioso que contamina algo más que sus sueños, pero que en este artista se manifiesta como la pulsión irrefrenable que funde y confunde los contextos de la realidad y del sueño, como método, sin duda inútil, de restablecer la continuidad de sentido… Pero la inquietud ya ha sido sembrada.

Tal pulsión irrefrenable se puede observar en la manera de “construir” estas imágenes: líneas breves y minuciosas, con vida propia, que se agitan como limaduras de imán dispersándose ante la luz y se amontonándose en las zonas oscuras, que se arremolinan aquí y allá, obedeciendo no a la intensidad y dirección del viento sino a los vaivenes de la emoción, y que definen con la pareja ambigüedad del claroscuro el espacio y el vacío y las presencias mórbidas y fantasmales que lo habitan. Se trata, en el fondo, de una atmósfera hipnótica y magnética que propicia la “visión” onírica que, como tal siempre es interna, y que convoca y mantiene unidos a los diversos y heterogéneos objetos que, fuera de ella, remitirían a otros contextos, a otros mundos, a los que por naturaleza pertenecen.



Naturalmente el logro de expresión y comunicación artística que significa la serie “Hablando en plata” no es casual, súbito, ni gratuito. Desde la perspectiva de estos dibujos, la prolongada trayectoria del Fernando Valdiviezo como pintor y dibujante y las diferentes fases que marcan el desarrollo de su obra, se miran ahora como la búsqueda más bien intuitiva —no metódica— de un camino a lo inconsciente. El rescate de las imágenes de su niñez, las tonalidades delicadas y precisas de sus colores arrancadas al sueño, la reunión de objetos heterogéneos en bodegones aparentemente apacibles, las composiciones abstractas que conjuraban una obsesión, dieron lugar, en cada etapa, a emotivas imágenes poéticas que sólo eran “surrealistas” en el sentido más superficial del término y porque aludían vagamente al mundo de los sueños (más bien plácidos, en este caso). Realizadas con solvencia técnica e imaginativa y bajo otra concepción estética, el verdadero pathos, ese que se instala en el inconsciente por las contradicciones y desencuentros de la existencia profunda en un mundo marcado por la incertidumbre, no afloraba en ellos. Les faltaba la madurez espiritual del hombre-artista que finalmente se encuentra y reconoce a sí mismo en su trabajo y consecuentemente abandona los vanos afanes por el reconocimiento externo y el éxito material.

Resulta ocioso preguntar por las fuentes formales de su trabajo creativo a un artista que deliberadamente ha abandonado los afanes por el reconocimiento externo. En el caso de Fernando Valdiviezo es absolutamente irrelevante vincularlo con el movimiento surrealista que floreció en Europa hace cien años. El presentimiento vívido y angustiante al que responde su obra no es asunto de modas desfasadas, sino la fuente de la originalidad y legitimidad de su expresión. La etapa creativa que inaugura la serie “Hablando en plata” está signada por esa autenticidad, que es la aspiración y el logro irrenunciable de todo artista.

Guatemala, septiembre de 2010







 

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