DULCE MORTIFICACIÓN
Eny
Roland Hernández ¿puede ser considerado un artista emergente? Su capacidad de hacerse
notar, la fuerza con la que propone y la claridad contundente con la que dice
señalan a un autor cuya madurez creativa está en uno de sus picos más altos. El trabajo de Roland es una sumatoria de
imágenes estratégicamente expuestas cuyos mensajes golpean conciencias, abren
brecha y marcan tiempos. No, no son
escandalosas. Solamente determinadas y
fehacientes. De allí su papel
agresor. Son espejos que reflejan
idiosincrasias y ese perfil chapín, del supra mundo, que muchos no se atreven a
ver porque no les gusta quedar expuestos a los matices de su propia cultura. En otras palabras, no importa si existe,
solamente que mientras no se hable del tema éste “no existe”.
Las
fotografías de Eny Roland Hernández son composiciones escénicas complejas y bien
desarrolladas. En su color, vibrante y
en sus temáticas, inquietante. Es como
un antropólogo que raspa la dura corteza hasta llegar al hueso y de allí
extraer un ADN que redunda en una imagen atrayente que siempre expone. Su separación del innumerable grupo de
fotógrafos activos en el presente queda manifiesta en la profundidad de sus
disquisiciones y su estética tan particular.
No trabaja para agradar. Lo hace
para decir las cosas que su cabeza investiga y su corazón le dicta.
Su
presencia en la Sala del Coleccionista de la Galería El Attico perfila la
potencia de la colección que hoy expone al público. Refresca y al mismo tiempo separa la década
anterior del presente dejando claro que siempre una generación joven viene a
cuestionar los acomodamientos de la anterior.
Guillermo
Monsanto
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